Antonio Sierra se ha ganado el respeto de todo el baloncesto
LanzaroteDeportiva.com
Hace algunas temporadas (2017) la Red Internacional de Baloncesto Educativo (RIBE) propuso a Antonio Sierra como ganador del el Quijote de oro en Europa. Sin embargo, el colegiado, que lleva toda una vida dedicada al baloncesto, primero en su tierra y luego en Lanzarote, señalaba que probablemente habría otras personas que merecían más que él esté simbólico galardón.
RIBE no ha querido dejar pasar por alto lo que supone Antonio Sierra para el baloncesto mundial... Sí, mundial... y tenemos motivos para pensarlo.
A nivel insular no deja de ser un árbitro risueño que se gana partido a partido el corazón de los pequeños jugadores de la isla y también el de sus padres. Es el árbitro que no duda en parar un partido para secar las lágrimas de ese niño que se ha hecho daño o de enseñarles como hacer un tiro libre sin cometer falta en el lanzamiento o hacer un saque de fondo. En su faceta educativa y emocional no tiene parangón.
Pero no queda solo ahí la figura de Antonio Sierra, que no duda en acompañar a los equipos lanzaroteños cuando se lo piden para arbitrar fuera de la isla, incluso en Italia o Letonia y, ya que está regalar una de las cosas que mejor sabe hacer (incluso por delante del arbitraje) tortillas de papas para nuestros equipos, pero también para los equipos que acogen a los de nuestra isla.
Tampoco duda en arrimar el hombro y buscar material deportivo para mandarlo a Mali o a los pequeños poblados de Perú con el objetivo de que todos los niños practiquen baloncesto.
Con su forma de ser ha sabido ganarse el respeto de todos los equipos y el cariño de todos los jugadores, entrenadores y compañeros árbitros, hasta el punto de que las jugadoras de la selección U19 de Estados Unidos, y ahora algunas en la WNBA, que estuvieron hace unos años en Lanzarote pidieron sacarse una foto con él.
Siempre con un pañuelo que seque una lágrima o un chupa chups que saque una sonrisa y parar un conflicto entre dos entrenadores. Es capaz de hacerse entender con un entrenador rumano sin hablar idioma alguno o liarse el petate y recorrerse medio mundo para ayudar a los que necesitan ayuda.
Él es Antonio Sierra, una persona que si no estuviera, habría que inventarla.